El migrante Martín Ramírez


(México, 1895 – EUA, 1963)


De “loco” a gran artista autodidacta


David Brooks /La Jornada

Más de 40 años después de su muerte, Martín es reconocido como uno de los grandes artistas autodidactas del mundo cuyos dibujos encierran la historia, vicisitudes, sufrimiento y soledad de su “locura”.

Durante 10 años, Víctor Espinosa se dedicó a indagar quién era el que hacía estos extraordinarios dibujos en un cuarto con capacidad para 30 pacientes, pero que albergaba hasta 70, en un manicomio en California. Supo que sobre el piso colocaba el papel y trabajaba con lápices, crayolas, acuarelas y recortes de revistas que lograba obtener.

En la obra de Ramírez, Espinosa descubrió a un migrante mexicano que deseaba contar, una y otra vez, su historia, al tiempo de rescatar y trazar su trayectoria mediante cientos de dibujos que juntos ofrecen la narrativa de una vida y una identidad que médicos, autoridades, y después comerciantes de arte, habían intentado anular.
De pronto, Martín Ramírez recuperó su nombre y apellido. ''Pensaban que era mudo y loco, pero esto era el reflejo del racismo contra los migrantes", comenta Espinosa en entrevista con La Jornada. Y es que no hablaba inglés y ni la policía ni los médicos lo entendían, pero sí lo diagnosticaron como ''incurable" por una depresión crónica y una ''esquizofrenia catatónica".
Fue catalogado como un creador outsider (arte de los marginados), como un autodidacta naif, y un ejemplo de aquellos que desde manicomios, cárceles y otras esquinas marginales de la sociedad, fuera del universo formal de las artes plásticas, producían obra como algo proveniente de otro mundo. La primera gran exposición de su obra en un museo de Nueva York, el American Folk Art Museum, y la primera retrospectiva en casi 20 años (23 de enero al 13 de mayo de 2007) incluyó, por primera vez, el fruto de alrededor de dos décadas de investigación sobre el artista realizada por Víctor y Kristin Espinosa, ambos sociólogos, y con ello la revelación de la vida del artista y el contexto que describe su obra.
Martín Ramírez nació en el municipio de Tepatitlán, un rancho en Los Altos de Jalisco, en 1895, se casó y tuvo cuatro hijos (aunque no vio el nacimiento de su único hijo varón). Tenía un terreno y, lo que más amaba, un caballo. En 1925 se vio obligado a migrar al norte por la situación política y económica que padecía esa región y llegó eventualmente a California, donde trabajó en el ferrocarril y en las minas. Al inicio mantuvo contacto con su familia, enviando remesas y soñando con regresar. Pero el sueño americano se destruyó al estallar la gran depresión. Durante el mismo periodo, su creciente preocupación por la guerra cristera que tiene su epicentro justo en Los Altos, le provoca gran angustia.
Peor aún, cuenta Espinosa, recibe una carta de su hermano contando que han perdido todo, y que estaban a punto de ejecutarlo junto con otros, pero que la esposa de Ramírez lo salvó al decir que era su esposo y más, pero lo que entiende Ramírez es que su esposa y los demás lo han traicionado al sumarse a los federales contra los cristeros.
Desempleado y desconsolado por las desgracias en su vida, viviendo en las calles en el norte de California, en 1931 es arrestado por la policía e internado en un hospital siquiátrico. Aunque intentó escapar varias veces, desde entonces hasta el fin de su vida, en 1963, Ramírez vivió en manicomios, donde casi nunca hablaba con nadie. Pero pronto empezó a dibujar.
Sin embargo, toda la obra que produjo entre 1935 y 1948 fue destruida por el personal del manicomio, porque pensaba que sólo eran los dibujos de un loco. En 1948 fue trasladado al Hospital Estatal DeWitt, en Auburn, California, y es ahí, cuenta Espinosa, que ''ocurre el milagro".

El aura de misterio

Ese mismo año, por casualidad, Tarmo Paso, profesor de sicología y arte en la Universidad Estatal de Sacramento, ve la obra y reconoce su valor artístico, posteriormente se encuentra con Ramírez en el manicomio. Obliga al hospital a rescatar las obras y empieza a brindarle materiales. Colecciona la obra y empieza a divulgarla al público, con la primera exhibición en la Galería Crocker, en 1951.
Se interesan en ella coleccionistas y galerías y desde ahí la obra empieza a ser conocida en algunos circuitos artísticos en Estados Unidos. En total, se logran rescatar unos 300 dibujos y son exhibidos en Syracuse, Chicago, San Francisco, Los Angeles, Filadelfia, como también en Londres, donde empieza a adquirir cada vez más valor (artístico y comercial).
En 1986, su obra es incluida en una exposición de los artistas latinos más importantes (los mexicano-estadunidenses), y Octavio Paz, encargado de escribir el catálogo sobre esa exhibición, se enfoca en Ramírez, provocando irritación entre los otros artistas y los curadores.
En 1989 se organizó la primera gran exposición de su obra en México, en el recién inaugurado Museo de Arte Contemporáneo, rompiendo récord de asistencia.
El trabajo de Ramírez empieza a cotizarse en decenas de miles de dólares; su obra es adquirida por algunos museos (el Guggenheim, en Nueva York, tiene 10 de sus dibujos), pero aún se sabe muy poco sobre el artista. Espinosa cuenta que los coleccionistas, los comerciantes de arte y hasta los críticos lo preferían así, para con ello mantener el aura de misterio (así y como “genio loco” se vendía mejor).
En México, los críticos decían que no se podía considerar a Ramírez como un artista mexicano, porque produjo su obra en Estados Unidos.
Pero con la investigación de los Espinosa, lo que antes se trataba como obras de un loco, y cada dibujo como un objeto separado y sin ningún contexto, se revela como una historia coherente. ''Todos los dibujos, todos, son autobiográficos", explica Espinosa a La Jornada. ''Cuenta su historia, su crisis", dice. Desde la situación apocalíptica en México, en su tierra natal, su estancia en Estados Unidos, así como la crisis económica que vive sin poder regresar, con noticias que interpreta como traiciones, y perdido en las calles de un lugar ajeno donde no se puede comunicar por desconocer el idioma, ''hasta el más entero y fuerte puede doblegarse, ¿o no?", dice su biógrafo. Pero los dibujos son ''su memoria de sobrevivencia, pero a la vez son su forma de sobrevivir".
La obra tiene que verse en su conjunto, insiste Espinosa, ya que Ramírez ''está construyendo una narrativa, es una obra total".


http://www.jornada.unam.mx/2007/05/09/index.php?section=cultura&article=a52n1cul

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